viernes, 30 de agosto de 2013

LA GOTA FRÍA

Aclimatado a estar en el interior de cualquier tornado, vivo en el ojo de manera flemática y siempre incido en el desacierto de dar por concluida la tormenta cuando de repente me atrapa un nuevo ciclón, he vivido como un auténtico cazatormentas sin tener pretensión de converger con ninguna.

Según descubrieron los antiguos griegos en la ciudad de Magnesia, los polos opuestos se atraen y debo haberme atiborrado de toda la carga sureña para absorber la maldad de la gente norteña a mi vida.

Hace tiempo descubrí que el mundo artístico, concretamente el ámbito musical, está lleno de chupópteros, víboras, sierpes, alimañas y demás criaturas cuyo fin es finiquitar a cualquiera que para ellos les macule, empleando cualquier método ya sea ilegal, irracional o inmoral. He sufrido en mis carnes lo que es la ira de este tipo de seres y hasta hace dos años pensaba que el último vestigio de maldad en ellos se había disipado, pero nada más lejos de la realidad, había quedado en estado latente esperando la menor centella para vivificar el fuego y suscitar una nueva conflagración.

Jamás concebí que hubiera personas que se sustentaran del sufrimiento de otras, que vinieran al mundo y subsistieran para hacer daño, que su máxima ambición en la vida fuera acabar con sus imaginarios antagonistas. No me entra en la cabeza que vivan de falsas imputaciones, que permanezcan en la sombra poniendo de parapeto a otras personas, que ni siquiera les salpiquen sus propios actos. No entiendo como su lengua es tan ágil y su mente tan versátil para crear historias surrealistas, películas de los 80's, cuentos sin final feliz.

Me encona zanjar problemas que crean otros, dar explicaciones de situaciones hipotéticas, de peripecias que nunca existieron, de palabras que nunca se dijeron, de trances que nunca viví. Me extenua que la gente me tenga presente, que mi nombre salga por su boca, que moldeen mi vida a su antojo, que sueñen conmigo, que vivan con mi traza. 

Sólo quiero habitar en el ojo con mi tranquilidad, sin sobresaltos ni temor, sin ajar saliva, sin desandar lo andado, sin mirar atrás y postergando lo olvidado. Quiero seguir en mi categoría de ciclón.

Me he mimetizado con la tormenta y he acabado con ellos desde dentro.

TODOS LOS MARES EMPIEZAN 
POR UNA GOTA DE AGUA